Amor, pérdida y permisos familiares pagados: Una historia de adopción
Como cualquier padre de familia, nunca olvidaré el día que trajimos a nuestra hija a la casa por primera vez. Era un día de primavera inusualmente cálido y, después de meter a la casa el equipaje de una semana que pasamos fuera del país, salimos al patio. Cuando puse a nuestra hija de 17 meses en el césped, sentí una momentánea sensación de alivio –alivio de estar en casa, de regresar a lo conocido. Era la primera vez que ella sentía el césped en su piel y ese momento de alivio fue solo eso, un momento. En un instante, mi hija comenzó a gritar aterrorizada y la gravedad de lo que significaba ser padres adoptivos nos cayó encima.
Han pasado más de tres años desde ese día. Ahora nuestra hija tiene cuatro años y es fanática del césped y de todo lo que se puede hacer al aire libre. Durante estos cortos años, han pasado pocos días en los que no me sintiera agradecida por el permiso familiar pagado que me permitió quedarme en casa con nuestra hija durante sus primeros meses con nuestra familia.
Unos 100,000 niños con los que no están emparentados son adoptados por familias estadounidenses cada año. Una cantidad significativa de estos niños tienen necesidades especiales, incluyendo condiciones crónicas de salud y muchos tienen necesidades de salud inmediatas que son de menor duración. Nuestra hija pertenece a todas estas categorías. Durante los primeros meses en casa, teníamos citas con especialistas varias veces a la semana, tratando de definir lo que necesitaba ser tratado a corto plazo, a largo plazo y con urgencia. Asistir a todas esas citas médicas, que eran necesarias para su bienestar, no hubiera sido posible si no hubiéramos tenido un permiso familiar pagado.
Aunque su condición médica requerirá atención regular y continua, sus necesidades emocionales son las que han requerido mucha más atención parental. Los niños adoptados con frecuencia experimentan significativos traumas en sus cortas vidas. Puede que el trauma más significativo de la adopción sea la sensación de pérdida.
Para mi hija fue la pérdida de su cultura –de hecho, la pérdida de todo un país. Mientras mi bebé buscaba consuelo en rostros que no le eran familiares y sonidos y sabores de una tierra que no era la suya, me encontré en una posición extraña y dolorosa –el doble papel de ser consoladora y facilitadora del trauma.
No podía identificarme directamente con la profunda pérdida que estaba cargando mi hija, pero despertaba una profunda sensación de pérdida dentro de mí –los traumas de mi padre inmigrante y su padre inmigrante. De repente, me encontré atrapada en el medio. Atrapada entre las pérdidas generacionales de mis ancestros y las pérdidas de mi hija, incluyendo esas de las que era responsable.
Por suerte, los niños son increíblemente resilientes, pero les toma tiempo ajustarse a muchas de las difíciles transiciones de la vida. Así que, en los primeros días, ambas necesitábamos tiempo para sanar. Tiempo para sanar nuestros corazones lo suficiente para poder enfrentarnos juntas al sinnúmero de transiciones que teníamos por delante. Ella como mi hija y yo como su madre. El permiso familiar pagado nos permitió tener el tiempo para hacerlo e hizo que los primeros y precarios pasos hacia la sanación fueran posibles.
El apego saludable es muy importante para todos los niños pequeños, pero es aún más importante para un niño que ha pasado por un trauma, incluyendo la pérdida de un padre o de su proveedor principal de cuidados. Gracias al permiso familiar pagado, pude dejar de trabajar varios meses para atender las necesidades de nuestra hija a medida que se ajustaba a una vida completamente nueva. Pude conocer su personalidad, comprender sus emociones y enseñarle casi todo lo nuevo que tenía alrededor. Sin este tiempo, nuestra hija probablemente hubiera sufrido traumas adicionales –retrasando su apego y desarrollando y posiblemente incluso aumentando los riesgos para su salud.
En ese tiempo, estábamos entre los pocos afortunados que tenían acceso a permisos familiares pagados. Pero pronto los permisos familiares pagados serán una realidad para todas las familias trabajadoras de Washington. A partir de enero del 2020, las familias adoptivas y de crianza de todo el estado tendrán hasta 12 semanas de permiso familiar y médico pagado gracias a una nueva ley que promovieron los defensores de los padres. En unos cuantos meses –a partir de enero del 2019– los trabajadores comenzarán a contribuir un promedio de $2 de cada cheque de pago a un plan de seguro estatal. El fondo cubrirá no solo los permisos familiares, también cubrirá hasta 12 semanas de permiso médico en caso de una condición médica grave o una combinación de permisos familiares y médicos pagados de hasta 16 semanas al año.
Ahora sé que no hubiera sido posible para nosotros darle la bienvenida a otro hijo a nuestra familia si no hubiéramos tenido un permiso familiar pagado. Cada niño merece tener la misma oportunidad de tener una transición amorosa hacia su nueva vida familiar –incluyendo los hijos adoptivos y de crianza. Los permisos familiares pagados hacen que sea posible.
Las opiniones expresadas en estos blogs no son necesariamente representativas de las posturas en las políticas de MamásConPoder ni en campañas activas.